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J•A•V•I el número 15


Esta reflexión será diferente a la de otras semanas porque me enfocaré en una persona muy cercana a mi corazón, mi hermano Javier Marcelo o mejor conocido como Javi.


Javi es mi hermano menor. Hace 17 años Dios nos mandó de sorpresa, muy literalmente, a toda mi familia, un bebé. Se podrán imaginar mi cara cuando me di cuenta que mi mamá estaba embarazada. No estaba en contra del embarazo, solo no quería que fuera niña. Yo soy la única hija mujer, la única nieta mujer y la única sobrina mujer. Entenderán que no estaba nada feliz con la posibilidad de compartir la atención individida que había ostentado todos esos años. No estaba dispuesta a compartir con “otra” el amor de nadie. Fueron meses terroríficos hasta que por fin dieron el resultado diciendo que era varón. Dios había escuchado todas mis perseverantes oraciones. Nueve meses después llegó un precioso bebe, ojos azules, rubio y sanito. Todos estábamos enamorados de él.


Mi relación con Javi, de niño, siempre fue cercana; lo llevaba a la escuela, a las piñatas y era mi cómplice en las escapadas de la escuela. Sin embargo, a medida pasaron los años, nos fuimos separando. No compartimos los mismos intereses en nada. No nos hablamos mucho tampoco. Aquí los papeles se invertían, al menor le parecía ridículo lo que la mayor hacia. Eran unas caras de a metro. Cualquier persona era mejor para Javi que yo.


No me pregunten qué pasó, pero Javi y yo nos volvimos a acercar. Comenzamos a compartir momentos, a reírnos. Él me compartía sus aventuras, travesuras y picardías, que son incontables. Hace como un año, hablamos de lo diferentes que somos los tres: Fer, Javi y yo. Fer y yo no somos tan parranderos, mientras que Javi, que les puedo decir, es el alma de la fiesta. Fer ha sido “atleta nato” y pues para ser totalmente honesta, Javi no tanto.


No les puedo decir si han sido las oraciones incesantes de mi mamá y mías o que la edad del burro simplemente va pasando, pero Javi tuvo un cambio de 180 grados. El Javi que comenzó el año, no es el mismo de ahorita. Hace dos semanas era la fiesta de Halloween, Javi se había estado preparando desde hacía días con su disfraz y estaba muy emocionado. Sin embargo, el no contaba con que el fin de semana de la tan esperada fiesta, fuera el día de su retiro espiritual, para poder hacer la confirmación. A los 17 años que te pongan a escoger entre fiesta de halloween con todos tus amigos o retiro espiritual, creo que todos sabemos hacia donde el corazón y las ganas se inclinaban. Sin embargo, asumió su deber y fue a su retiro que duró tres días.


Javi se fue uno y regresó otro. Nos contó que en esos tres días algo cambio en él. Tuvo experiencias bellas y transformadoras, tan transformadoras que quiso compartir su testimonio al final del retiro con todos los que estaban allí, incluidos papás, servidores y maestros. Entenderán que Javi, ni a tiros se hubiera parado en otra ocasión, mucho menos a contar la experiencia tan transformadora que había tenido. Yo no pude escuchar las gloriosas palabras que salieron de mi intrépido hermano, pero cuentan que tenía a toda su audiencia entre risas y lágrimas. Solo de imaginármelo se me erizan todos los pelitos.


Sus hazañas no terminaron ahí. La siguiente semana eran los nacionales de basketball. Cómo les expliqué, Javi nunca ha sido muy atlético, ni tampoco muy disciplinado, él ha sido el cool y fashion, con aspiraciones de modelo. Comenzó a ir a práctica de basketball, sin faltar a ninguna sola. Iba de lunes a sábado. Cuando llegó el momento de escoger los jugadores que irían a representar a la escuela, fue el último, el número 15 en la lista. Él entendía que MUY probablemente, no jugaría mucho, pero estaba feliz de ir.


Cuando llegó el primer día de nacionales y no jugó los primeros dos partidos, estaba decepcionado. Nos contó que aunque él conocía que sus probabilidades eran mínimas, albergaba la esperanza de jugar. Nosotros le dimos ánimos diciéndole que lo importante era estar ahí, que tenía la oportunidad de aprender y de formar parte de un equipo. Al día siguiente, pese a las charlas motivacionales, seguía decepcionado porque no lo metían a la cancha. Al último momento, el entrenador lo metió. No les puedo explicar mi emoción, la emoción de mis papás y francamente, la emoción de TODA la gradería cuando lo vio entrar. No solo evitó que el equipo contrario hiciera puntos, si no que al último instante metió canasta. Creo que está de más decirles la emoción que TODOS sentimos, el estadio se volvió loco de la emoción. Yo lloraba de la alegría (yo lloro por todo). Me sentía tan orgullosa de mi enano (término de cariño empleado solo por mi, porque es tres cabezas más alto que yo).


Javi me demostró que cuando no esperamos nada, todo llega. Él nunca esperó que el retiro resultara ser mejor experiencia que la fiesta de halloween ni tampoco jugar ni encestar canastas en los nacionales de basketball. En su simplicidad y alegría cambió su manera de pensar y recibió mucho más de lo que esperaba. Al no esperar nada, como él lo hizo, se permitió actuar con equilibrio y apertura.


Cuando no esperamos nada, podemos ver la vida con tranquilidad. Desactivamos nuestros miedos, egoísmos e ideas negativas, las cuales ponen traba a nuestros pasos. Si nuestra mente está abierta a cualquier ventana y no esperamos nada, llegamos a entender que todo llega.


Así como hace 17 años ninguno de nosotros esperaba que nos cambiara la vida con un bojote chele, todo llegó y todo cambió. Así que este Viernes de Nicole va a uno de los mejores maestros que tengo, a mi Javi, mi enano. Gracias por enseñarme que la vida va más allá de estructuras y que una sonrisa puede cambiar el mundo. ¡Felicidades por ser un ser humano más allá que extraordinario!


¡Feliz Viernes! 😊

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