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La Medida del Amor es El Amor sin Medida

Hoy, como todos los viernes, les contaré una historia. Si, fue algo que me aconteció a mi, pero que nunca hubiese sido posible sin la ayuda de todos ustedes. Les vengo a hablar de un momento inolvidable en mi vida, que aconteció justo el viernes pasado, mi día.

Hace un tiempo fui invitada a una conferencia de TedX Honduras. Era un “micrófono abierto” para seleccionar a los que se presentarían finalmente en el evento que recogía a los mejores oradores. Lo bonito de este “micrófono abierto” era que habían oradores de conferencias de otros años y compartían sus historias. Sobre todas las historias, hay una que tocó mi corazón de manera particular y que hoy, 3 años después, tiene todo el sentido del mundo.

El Ted Talk lo dio una mujer muy carismática de nombre Montserrat y el nombre de esta charla era “Resilencia”. Ella explicaba su filosofía de vida y narraba una difícil situación médica por la cual había pasado. Durante esta difícil situación, ella cayó en un coma y se encontró con el Creador en las fabulosas cataratas de Pulhapanzak. Después de mucha platica y negociación con Dios, ella le dijo que si le permitía volver, le prometía serle útil en la tierra.

De toda su magistral charla, esas palabras llevan años haciéndome eco en la cabeza y en el corazón. Ser útil. Dos palabras muy sencillas, pero a la vez tan profundas. Nunca las he olvidado y el viernes pasado vi estas palabras volverse realidad.

Como ustedes han visto o leído, el mes pasado cree una campaña que se llama “Te quiero con todo como a mis baleadas”. La campaña consiste en que por la compra de una de estas camisas, se donaría una baleada a las personas necesitadas en las calles de San Pedro Sula. Cada vez que he vendido una camisa de estas, mi corazón se ha llenado de gratitud y alegría. Alegría de saber que las personas quieren ayudar tanto como yo; que les gustan mis camisas y, que así como yo, quieren con todo. Las he vendido para hombres, mujeres, niños y bebés. Al cerrar septiembre había vendido 55 camisetas de “Te quiero con todo”. Yo había decidido donar otra parte para así poder llegar a más personas. Dios quería algo grande, así que puso en mi camino a un donante anónimo. Al final del día yo tenía el dinero para comprar 400 baleadas. Había encontrado un pequeño emprendimiento de baleadas que cumpliera con todas las medidas de bioseguridad y que con esta aportación pudieran levantar un poquito más su negocio.

El día 0 llegó. Desde muy temprano estaba lista y dispuesta para la entrega. Una de mis mejores amigas, Sofie, me había hecho el comentario de que mejor solo repartiera 200 baleadas para no correr el riesgo de quedarme con muchas. Toda la vida, yo de sobrada, le conteste que eran 400 y que 400 se iban a repartir como de lugar y que Dios me iba a poner a las personas. Al salir a las calles a las 8:30 am, no encontrábamos a NADIE. No habían personas en los semáforos. No había personas en las esquinas de las gasolineras o en los puntos que sabemos que las personas se encuentran pidiendo. Pasábamos y pasábamos y yo quería llorar. Le escribí un mensaje a Sofie, diciéndole que no encontrábamos gente. Me daba tanto miedo fallar, no cumplir con el propósito del proyecto. Sin embargo, seguimos. Poco a poco fuimos encontrando personas. Recorrimos cada punto de la ciudad hasta repartir las 400 baleadas. No les puedo explicar la felicidad en mi corazón al ver cómo iban bajando las bolsas y la hielera enorme completamente repleta de baleadas.

Los rostros que me enseñaron lo que significa “ser útil”

Yo tenía en la cabeza que yo estaba siendo útil al repartir las baleadas, que al hacer este proyecto estaba cumpliendo con las palabras que Montserrat había dicho hace 3 años. Pero me di cuenta que no fue así. Al lanzarme del carro para cada una de las entregas, veía en las miradas de las personas una pureza, una gratitud y un te quiero con todo inexplicable. Las personas me recibían con respeto y alegría. Sus gestos siempre estuvieron llenos de amor y de cariño. Un pequeño gesto, como era la baleada no se comparaba con todo lo que yo recibía en ese momento. Las personas nos bendecían, nos agradecían y nos despedían con felicidad. Las personas me sirvieron a mi, no yo a ellas. La palabra “utilidad” se volvió real y palpable en ellos. Yo termine más llena de amor que ellos con sus baleadas. Recibí tanto que entendí que ser útil parte de una mirada con amor.

Queremos ser útiles haciendo grandes prodigios y portentos. Queremos ponernos a disposición y sentirnos que alcanzamos grandes cosas porque estamos sirviendo a otros, sin saber que son los pequeños gestos, como una mirada, una sonrisa y un gracias, los elementos mas útiles que hay. Olvidamos que las acciones más grandes son las que no hacen ruido y dejan lleno el corazón. “Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta”, dice San Agustín. Las 400 personas a las que yo llegue me dieron lo que tenían con el mayor amor del mundo, cumpliendo con su propósito de ser útiles y recibiendo un gesto mínimo, que por un momento sació su hambre.

Ustedes no se pueden imaginar lo feliz que me siento de haber comprendido que la utilidad va mucho más allá de una gran acción. Entre tantas cosas les doy gracias a ustedes, mis lectores, por ayudarme a encontrar el sentido de “utilidad”. Que la utilidad radica verdaderamente, en el amor. Las palabras de Montserrat tomaron vida para mí el viernes de “Te quiero con todo”. Enseñándome en los rostros más bellos y puros, que “la medida del amor es el amor sin medida”. ¡Feliz Viernes! 😊

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