top of page

Los Abuelos Son Enternos

Cuando nacemos, la mayoría tenemos la bendición de llegar a un hogar rodeado de amor y alegría. Con papás, mamás, tal vez hermanos, tíos y abuelos. Yo tuve la enorme bendición de llegar a una familia en donde todo eso abundaba y la mejor parte era que era solo mío.

Yo llegue a un hogar en donde no habían niñas, yo fui la primera y única reina. Mis abuelos se enamoraron inmediatamente de mí, y por ende, todos los demás también. Tuve la bendición de poder disfrutar a mis abuelos todo lo que quise y de gozar con ellos cada minuto de mi vida.

Esta semana estaba yo quedándome en la casa de mi tía, cuidando a mi primito más pequeño, Adrian. Una labor que usualmente hacía mi Tita, ya que mis abuelos y mi tía siempre vivieron cerca de nosotros. Mientras tomaba mi respectiva taza de café por la mañana, contemplando mi nada, no puede más que recordar las innumerables veces en que mis papás se iban de viaje y mi Tita llegaba a cuidarnos a mis hermanos y a mi, o en su defecto, nosotros nos trasladamos a su casa para que tanto mi Tito como mi Tita nos cuidaran.

Desde muy pequeños nos acostumbramos a nuestros abuelos. Puedo decir que mis hermanos y yo fuimos criados completamente por ellos. Siempre estábamos juntos. Citas médicas, complicidades, pago de libros perdidos a escondidas, rezadas, etc. Todo lo que ustedes se puedan imaginar, que mis papás no pudieran o no estuvieran de acuerdo, mis Titos se hacían cargo.

Mis papás siempre trabajaron, así que todas las tardes yo iba a casa mis abuelos. Platicaba con mi abuela, esperaba a que mi abuelito llegara de trabajar del supermercado “El Fransen” y almorzabamos. Mi Tito hacía la siesta y yo junto a él. Me llevaba a ballet o a piano, la clase que tuviera. Pasabamos por la panadería “El Centro” comprando cañoncitos o un cono de guanábana por “Kobs”. Cuando finalmente regresábamos a la casa, veíamos la novela de las 5 y esperábamos a que mi mamá pasara por nosotros para irnos de nuevo a nuestra casa.

Mi vida transcurrió casi por completo en la casa de mis abuelos. Ellos siempre estuvieron allí. Cuando mi Tita se iba a quedar a mi casa para cuidarnos, los primeros días era una felicidad completa. Luego, comenzaba la tortura de “‘¿Por qué no has venido si hace 2 minutos saliste?, ‘No te acostes con el pelo mojado’, y la típica ‘a las 6 en punto tenemos que estar dentro de la casa porque es la hora de los jejenes’”. Así como nos amaba, y nosotros a ella, también peleabamos.

Mi infancia, adolescencia y adultez está llena de los más bellos momentos de mis abuelos y creo que mi mis hermanos también pueden compartir ese sentimiento.

Fui cómplice de mi Tito cada vez que hablaba mal de mi Tita. Fui cómplice de mi Tita, cada vez que le sacaba dinero del banco a mi Tito para ayudarme a mi. Podría seguir todo este post contándoles anécdotas de ambos y jamás terminaría. Me amaron como si hubiera sido de ellos y yo los amé a ellos como si solo hubieran sido míos.

Perdí hace 5 años a mi Tito y hace 3 meses a mi Tita. Creo que en el correr de los días, en el ajetreo de todo, no me había dado cuenta de cuánto la extraño. Al Tito no ha habido ni un tan solo día, desde que partió, que no lo recuerde, que no lo mencione. Sin embargo, mi tremenda Tita se fue y son pocas las ocaciones en las que la he mencionado. Creo que estando en la terraza durante estos días, a unos cuantos metros de donde era su casa, haciendo la labor que ella hacía, me di cuenta de que ya, en serio, no estaba. Que había quedado un espacio que solo ella suplía en físico y en el corazón. Ambos hacían un dúo dinámico de lo más entretenido y más amoroso.

Los abuelos realmente son un pilar fundamental en la educación de los nietos. Transmiten sabiduría, experiencia, tranquilidad, confianza, cariño y estabilidad. Los abuelos dejan huella en el alma de sus nietos, ya que su amor es tan profundo que no pueden evitar demostrarlo de todas las formas posibles. Estos seres realmente mágicos, convirtiéndose en piedras angulares de nuestra vida, marcan nuestro corazón en cada momento que compartimos con ellos.

Nuestros abuelos, no son solo para nosotros compases de moralidad y rectitud, pero también nuestros eternos cómplices y defensores antes todo lo que pretenda vulnerarnos (llámese padres, maestros, etc). Son seres entrañables e inolvidables; siempre mantienen un trato paciente, permisivo y comprensivos. Los vemos como héroes de la infancia con cabellos blancos y son el mejor regalo que se puede poner a la disposición de un niño.

Hoy al sentirme algo nostálgica al recordar que mis Titos ya no están, y recordar que hoy es el cumpleaños de mi Tita, decidí dedicar este Viernes a esos héroes amorosos que son nuestros abuelos. Esos que dejaron recuerdos felices, las sonrisas más profundas, travesuras y todos los caprichos cumplidos. Nuestros eternos cómplices.

Yo los insto, y de verdad, no puedo poner suficiente énfasis en esto, a que si tienen a sus abuelos con vida, no los desaprovechen. No los olviden. Manténganlos cerca, ellos les darán MUCHÍSIMO más de lo que ustedes alguna vez podrán darles. Su amor y comprensión no conoce de límites. Ellos tienen la capacidad de enseñar cosas y crear verdaderas devociones por cosas que nuestros padres no podrán. Déjense marcar por sus abuelos. Dejen que esa huella inunde su vida, y disfrútenlos.

Yo les puedo decir que extraño cada cosa de mis Titos, lo magnífico y lo no tan magnífico. Cada momento, cada risa, cada plática con ellos era increíble. Guardo esos recuerdos dentro de mi corazón y espero algún día poder enseñar y contar a mis nietos, los abuelos espectaculares que tuve y darles el mismo amor que ellos me dieron a mi.

¡Feliz Viernes! 😊

0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page