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No Alces Tu Voz, Mejora Tu Argumento

¿Alguna vez les han gritado, parado la cara, dimensionado las cosas de manera totalmente diferente a lo que realmente son y ustedes quedan como, “¿y qué fue lo qué pasó?”

Pues a mi me acaba de pasar. La semana pasada andaba yo muy risueña y alegre, había dicho un par de cositas de manera jocosa, sin pensar que causaría mayores efectos. El universo, a mi, no demora en demostrarme que me equivoco. Unos cuantos minutos después de mis risas obtuve de ciertas personas una respuesta que jamás esperé. Una respuesta muy negativa a mis comentarios.

Como han podido leer en mis Viernes, no soy una persona confrontativa, bueno, por lo menos no tanto. Si trato de vivir en paz con todos los que me rodean y agradarlos de la mejor manera que puedo. Sin embargo, ese día mis comentarios no agradaron a la gente y se volcaron en contra mío. Les estoy hablado de palabras bien agresivas, bien fuertes, que de cierta manera me hicieron sentir que en serio había hecho algo malo. Actitudes que jamás espere a raíz de mis comentarios.

Al sentirme atacada, busque la opinión de varias personas que considero “compases de moralidad” a los cuales recurro constantemente. TODOS, sin excepción, me dijeron que las palabras recibidas eran desproporcionales a mis comentarios. Que si a las personas realmente les habían molestado mis palabras, me lo pudieron haber dicho o hecho saber de otra manera. Que esa no era la manera de aclarar las cosas.

Las situaciones incómodas realmente no son lo mío, pero no saben cuánto estás se empeñan en buscarme. Traté de reparar la situación disculpándome, demostrando cariño, enmendando lo que había dicho y aún así, nada, las personas seguían molestas.

Yo entiendo las leyes de la física. Sé que por toda acción debemos esperar una reacción de igual magnitud, pero en sentido contrario. Sin embargo, la reacción debe de ser proporcional a la acción. En este caso, la fuerza de la acción no daba para que la reacción reventara de esa manera.

Y aquí viene el punto de este Viernes: a veces creemos que por qué insultemos, gritemos o hablemos fuerte, vamos a intimidar, cohibir y amedrentar al otro, y efectivamente resulta así, pero realmente no es la manera. Creemos que alzando nuestras palabras, haciéndolas irrespetuosas, podremos lograr un resultado diferente, sin saber que lo único diferente que logramos es llenar nuestro corazón de malos sentimientos y solo creamos el rechazo de ciertas personas cercanas a nosotros.

Nadie quiere estar cerca de alguien que insulta solo por pensar de manera diferente. Debemos aprender a utilizar nuestras palabras, hablar y sembrar una enseñanza cuando lo hagamos. Debemos saber canalizar aquello que nos molesta y transmitirlo sin agredir. Podemos sentarnos a discutir un tema, platicando y entendiendo el punto de cada persona.

Rumi escribió, “alza tus palabras, no tu voz. Es la lluvia la que hace crecer las flores, no los truenos”…. y más claro no puede estar. De nada sirven los gritos, enojos e insultos; NADA, en lo absoluto, cultivamos con ellos. Cambiemos nuestras palabras, cambiemos nuestro lenguaje para poder expresarnos mejor.

Las personas nos entendemos hablando, comunicando nuestro sentir. No gritando ni insultando. La comunicación entre las personas no debe de ser a base de insultos, denigraciones o malos tratos, pero a base de palabras que no hieran las susceptibilidades de los otros.

Creo que vivimos en una época en la que hemos perdido la sensibilidad en muchos aspectos de nuestra vida. Andamos el alma tan acalorada que con cualquier cosita nos comemos vivo al otro ser humano.

Hablemos, escuchémonos y entendamos… ahh, y seamos un poquito más prudentes con nuestra lengua, no les pase como a mi, que por andar de cómica sigo pagando los platos rotos de mis comentarios.

¡Feliz Viernes! 😊

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