top of page

No Somos Islas

Hace 10 años, Honduras pasó por un proceso político difícil. Todo, absolutamente todo, cambió. Todos perdimos algo, llámese familia, amigos, relaciones, negocios, dinero, creo que incluso hasta la fe de algunos se vio quebrantada. Mi familia cambió en todos los aspectos. Debido a que pertenecíamos a cierto partido político, mi papá fue exiliado. Mi mamá se hizo cargo de todo. Tenía una hija universitaria pleitista, un adolescente en el colegio y un bebé. Se podrán imaginar ustedes que mi mamá se repartía en mil millones de pedazos para cumplir con su trabajo, con nosotros, velar por mi papá desde lo lejos, entre mil cosas más. Recuerdo que fueron momentos muy, muy duros. Muchas veces conversábamos con mi mamá de las amistades que habíamos perdido, de como las circunstancias habían cambiado, cómo la gente había cambiado, gente a la cual nosotros queríamos mucho y se habían ido de nuestras vidas.

Cuando las cosas estaban volviendo a la normalidad, invitaron a mi mamá a un cóctel. Había gente que no era para nada amigable con ella, pero también estaban las personas que se alegraban de todo corazón de verla. Mi mamá se acercó a una de sus más antiguas y queridas amigas. La notó rara. Mi mamá, quiso continuar la platica y la persona había puesto una barrera. A medida la tarde fue pasando mi mamá notaba el comportamiento extraño de esta persona. Hasta que se armó de valor y decidió preguntarle a la persona si algo le pasaba. La persona le dijo, “Si, estoy dolida con vos, porque en todo este tiempo no me has llamado preguntándome cómo estoy yo. A mi familia le quemaron negocios. Yo también soy afectada.” Mi mamá la quedó viendo con vergüenza y le dio toda la razón, le pidió que la disculpase por no haber tenido el gesto de llamarla o pensar por lo que ella estaba pasando.

Cuando mi mamá me llegó a contar lo acontecido, le dije, “¡MAMÁ! ¿Que ondas con vos? ¿Por qué te estás disculpando si vos sos la más afectada?” Mi sabia madre me vio y me dijo, “Gorda, todo perdimos. Nosotros hemos estado tan enfocados en nosotros que no vimos el dolor de otros. Lo que otros perdieron, como otros han sufrido.” Aun con la explicación que mi mamá me había dado, me molestaba y no entendía por qué ella se había disculpado, con todo lo que nosotros habíamos pasado o incluso seguíamos pasando. Me costó tanto verlo desde la perspectiva de la otra persona.

Pensé en esto, porque me llevé un fiasco dándole un consejo a alguien a quien aprecio mucho. Cuando recibí la respuesta de la persona, dije “¡Uyy! Le está pasando lo mismo que me pasó a mi cuando no podía ver que habían otras personas afectadas aparte de mi familia y yo hace 10 años.” A la persona a la cual le di el consejo, no le pareció en lo más mínimo, y eso está bien. Sin embargo, aislarse, alejarse y ver su vida nada más, no son rasgos propios de la humanidad que predicamos.

Cuando nosotros estamos siendo afectados por algo, solo vemos el daño que se nos hace a nosotros. Nos ensimismamos. Dejamos a un lado las tristezas, penas, luchas e incluso alegrías de otros y no podemos ponernos en el lugar de esas personas, porque nos creemos dueños de a saber qué razón o qué derecho. Lo único que nos llega a importar somos nosotros mismos.

Y es aquí precisamente donde está nuestro error, nosotros nos creemos islas. Creemos que estamos aislados de los demás y solo vemos lo que nos afecta a nosotros y NADA PUEDE ESTAR MÁS ERRADO.

Nos olvidamos de las perspectivas, las cuales son cuestiones complicadas, pero no imposibles de entender. No todos tenemos ni los mismos puntos de vista ni mucho menos el mismo sentir, pero si somos todos humanos. Siempre creemos que lo que nos pasa a nosotros es más grave que a los que nos rodean. Pensamos que las personas van a ver exactamente las cosas como nosotros las vemos y cómo éstas nos afectan a nosotros y no es así. Tenemos que tener empatía con las personas que nos rodean. Ponernos en los zapatos de las otras personas y verlo desde su punto de vista. Es por un momento darle vuelta a lo que pensamos y ver cómo está siendo afectado el que está a mi lado, puede que no sienta lo mismo, puede que sea peor.

La amabilidad y la dulzura no cuestan nada. No cuesta nada respirar y tomarse un minuto para saber por lo que otro está pasando. No cuesta nada saber que así como vos también estás pasando por cosas, así también las personas que te rodean. Ningún hombre es una isla, para coexistir todos ocupamos de todos.

El haberle dado ese consejo me hizo recordar la conversación que tuve hace tantos años con mi mamá, y la lección que me dejó sobre la importancia que tiene estar pendiente de las personas que nos rodean, de siempre escucharlas y saber por lo que están pasando, aunque sea completamente distinto a lo que nosotros estamos experimentando. Todas las historias siempre tiene dos lados, valorémoslo antes de juzgarlo. No seamos islas.

¡Feliz Viernes! 😊

0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page