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Personas Cinco estrellas para un país cinco estrellas 

¿Qué implica realmente ser un buen hondureño? ¿Es solamente ponernos la camiseta de la selección nacional de fútbol? ¿Es ser un buen hondureño ejercer nuestro derecho al sufragio cada cuatro años? Siempre que escucho a los políticos versar sus elaborados discursos, hablan sobre lo que implica ser un buen hondureño y a la vez, curiosamente, concluyen haciendo un llamado a los “jóvenes del mañana” para que ellos cambien nuestro futuro. Esta tan utilizada frase nunca ha tenido mucho sentido para mí. Siempre me ha parecido que es excluyente, ya que no existen los “jóvenes del mañana” solo existen los “jóvenes de hoy” y es en este hoy que debemos ser agentes del cambio a favor de nuestro país.


El domingo pasado se celebró en Honduras el día del niño. No sé si es que ya estoy un “poquito crecidita”, pero siento que este día tan festivo ha perdido un tanto de vigencia. El viernes pasado celebré en la escuela pública en la que colaboro como maestra de inglés, español y virtudes humanas, el tan esperado Día del Niño. Me hacía muchísima ilusión. Me preparé con bastante tiempo para poder sorprender a los niños. Quería poder llevar algo espectacular, algo increíble, algo que sus ojos nunca hubiesen visto. Debido a la zona en donde está localizada la escuela, y a los recursos limitados de sus asistentes, lo que fuera que llevara sería agradecido y causaría sorpresa. Sin embargo, conformase con cualquier cosa no es mi estilo y quería que los niños pudiesen disfrutar este día y recordarlo como el mejor del mundo.


Se me ocurrió la fabulosa idea de llevarles un espectáculo de magia. Hice un sondeo acerca de la ilusión y la magia dentro de los futuros espectadores y me comentaron nunca haber presenciado un show de este tipo.


Emprendí entonces la búsqueda de un mago para los niños. Al primero que llame me dio un costo altísimo y no lo podía pagar. Sin embargo, confiando en que como sea conseguiría el dinero, le dije al mago que si. Más temprano en el día, había tratado de comunicarme con otro, pero no tenía respuesta. Teniendo ya un trato bien caro, el primer mago que no había respondido mi llamada, se comunicó conmigo. Le expliqué mi situación y le expliqué cuales eran mis condiciones dentro de la escuela. Me dio un precio increíble y ofreciéndome lo mismo que el otro mago, por una cantidad mucho menor que el primero, me dijo que con mucho gusto me ayudaba para llevar alegría e ilusión a mis niños.


Para ese día tuve la colaboración de mucha gente. Me ayudaron con jugos, helados, piñatas. No les miento, cada cosa parecía multiplicarse. Los niños gozaron, comieron y tomaron todo lo que quisieron y sus caras de felicidad no tenían precio.


El momento cumbre fue la aparición del mago. Los niños se sorprendían de ver sus trajes, sus trucos, la aparición y desaparición de animales como palomas y conejos. Mi corazón se hinchaba de orgullo y de felicidad de haber contribuido por un día a la felicidad extrema de estos niños. Poder contribuir a llevar toda esa ilusión y felicidad, si me preguntan a mi, es lo que hace a un buen hondureño.


Froylán Turcios, en la oración al hondureño, escribe: “…me sumaré a sus energías; en el hogar, en la sociedad, en los negocios públicos, en cualquier aspecto de mi destino, siempre tendré presente mi obligación ineludible de contribuir a la gloria de Honduras…”


Esa es para mi la mayor obligación de los hondureños: contribuir a la felicidad de otros, hacer la vida de los que nos rodean y de los más necesitados más alegre. Debemos dar a los que necesitan, porque nosotros no somos los jóvenes del futuro, somos los habitantes de hoy y a medida que nuestra visión sea la de contribuir a la paz, felicidad, alegría e ilusión de cada habitante, seremos mejores hondureños.


Hacer feliz a los más necesitados no requiere de mucho, solo se requiere de la entrega de nuestro corazón. Con un poquito de amor que se de, recibiremos mucho más de lo que damos. Ese es nuestro primer y único deber como hondureños.


Así como el mago me dijo que me ayudaría y me prestaría sus servicios, así como solicite los jugos y los helados, y estuvieron prestos a poder compartir lo que se tiene con los que no tienen mucho, las personas que estuvieron conmigo durante todo el día, ayudándome a repartir y a distribuir es lo que hace a un hondureño. Nuestra necesidad de dar, apoyar y entregarnos dando nuestra laboriosidad y solidaridad y nuestro afecto desmedido por los que más lo necesitan debe ser nuestra mejor y más grande característica. El ayudar a nuestros conciudadanos y participar activamente de generar un mayor bienestar es lo que nos hace buenos hondureños.

En este viernes de independencia yo los invito a que no nos conformemos con ser solo hondureños de nombre, si no que hondureños de corazón.


Mi equipo

“¡Bendiga Dios la pródiga tierra en que nací!” ¡Feliz Viernes de Independencia!

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