La semana pasada entramos en una discusión familiar acerca de las actitudes. Hablamos de personas que teniéndolo todo para ser felices simplemente no lo eran. No solo no eran felices ellas, si no que se empeñaban por destruir la felicidad de los más cercanos, poniendo problemas y creando situaciones desagradables constantemente. Aparte de esa infelicidad, no son completamente exitosas. Yo intervine diciendo que había escuchado una charla que me había encantado. La misma explicaba que la Universidad de Standford había determinado, mediante su facultad de medicina, que la actitud está por encima del coeficiente intelectual. Seguí mi interesante intervención diciendo que si estas personas estuvieran dispuestas a tener una mejor actitud, tendrían mucho más de lo que ya tienen, serían mucho más exitosas y por ende mucho más felices.
En los días que siguieron, yo continué pensando sobre este tema de la actitud. Recordé cuando yo estaba en cuarto grado y llegaron unos productores para hacer un comercial de los “Tropibichos”. Los “Tropibichos” venían en los refrescos, eran coleccionables y todos los niños cool los tenían. Cuando estas personas llegaron a mi aula, POR SUPUESTO que yo me moría por salir en el comercial de los famosísimos “Tropibichos”. Yo miraba que se fijaban en varios niños, pero no en mi. Así que muy descaradamente yo comencé a sonreír. Literalmente a pelar los dientes y no bajaba mi mirada. Sonreí hasta el punto que me escogieron para salir en el comercial. Obviamente me sentía una mini Cindy Crawford y había tenido una aparición de como 2 segundos. Sin embargo, logré mi cometido. A base de sonrisa y actitud aparecí en el tan añorado comercial.
Realmente me he dado cuenta que nosotros a veces perdemos de vista esto de la actitud. Dejamos que circunstancias ajenas a nosotros la determinen, como ser una noticia, una persona o una situación, y en ese momento deja de ser nuestra actitud. Dejamos de sonreír porque el mundo a veces así nos lo pide, pero realmente no debe haber nunca una situación suficientemente poderosa para apagar nuestra sonrisa, para cambiar nuestra actitud. Pensamos que si somos más inteligentes, más enfocados, con más títulos desarrollaremos otro tipo de capacidad, tendremos más, seremos más; en fin ese MÁS nos pierde y perdemos nuestra felicidad.
Nosotros tenemos que escoger la actitud correcta porque sino la incorrecta aparecerá; esto es algo que siempre podremos controlar. Nuestra actitud determina nuestra altitud, la misma determinará que tan alto o tan bajo podamos llegar. Debemos enfocarnos en lo bueno y en las infinitas posibilidades que una actitud correcta le presentarán. Podremos encontrar miles de obstáculos gigantes, pero la grandeza reside dentro de nosotros y estamos equipados y empoderados para no dejarnos vencer por las circunstancias.
Pensando en mi yo de 10 años recordé esa fuerza, esa felicidad que reside dentro de mi. Recordé que mi actitud ese día fue valiente, fue sonreír hasta lograr mi cometido. Esa escena que volvió a mi memoria me reafirmó que todo aquello que nosotros emprendamos con la actitud correcta, lo podremos lograr. Todo aquello que sembremos en nuestro corazón y tengamos la valentía de enfrentarlo y sacarlo adelante, lo veremos realizado. El camino al éxito es la actitud. No bajemos nuestra actitud nunca que es la llave que abrirá las puertas correctas.
Asi que la próxima vez que creamos que lo más importante es un título, que nuestros conocimientos son lo que más lejos nos llevarán, recordemos qué hay un estudio científico que comprueba que la actitud determina nuestro éxito. No es un invento. No vayamos por la vida desdichados, haciendo miserables a los que nos rodean, poniendo problema por todo y dejándonos vencer por las circunstancias. Olvidémonos de que no tenemos ese conocimiento y arriesguémonos a creer y saber que podemos con todo lo que la vida traiga, con una actitud correcta.
“Nunca dejes de sonreír no sabes si mañana te puede faltar un diente”.
¡Feliz Viernes! 😊
