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Cambia el Mundo


Santa Teresa de Calcuta escribió: “Si quieres cambiar el mundo, ve a casa y ama a tu familia”. Nos parece una tarea tan simple y tan fácil que ni si quiera la tomamos en cuenta para la labor maratónica que es cambiar el mundo. Pensamos que solo lo lograremos si descubrimos la cura contra el cancer, encontramos la paz mundial, o acabamos la hambruna universal. Y sin embargo, el secreto es tan simple, está en nuestras nariz: amar a nuestra familia.


Este viernes de Nicole va a dedicado a ese amor que no comprendemos y a veces ni apreciamos. A esas personas que siempre están para nosotros, aunque nosotros no lo valoremos. A esos seres que se convierten en nuestros primeros “todo”: nuestra familia.


Desde el año pasado mi familia ha pasado por una serie de cambios, que si soy honesta, no esperaba que me pegaran. Yo soy partidaria del cambio y me encanta. Sin embargo, me he dado cuenta que aunque me haga muy feliz, no quiere decir que no extrañe como eran las cosas antes.


Por ejemplo, mi hermano Fer se casó el año pasado y aunque es algo que me hace en extremo feliz y gané una hermana, con mi cuñada Arabella, no quiere decir que no extrañe nuestra dinámica diaria de cuando era soltero. Ahora mi papá realiza su trabajo fuera de la ciudad y Javi, mi hermanito, también trabaja fuera.


Nosotros hemos sido extremadamente unidos. Hemos viajado juntos por el mundo; celebramos las victorias de cada uno como propias; sufrimos los problemas del otro y nos apoyamos en cada circunstancia que la vida nos pueda presentar. Esto no quiere decir que no hayan pleitos monumentales ni agarradas que parezcan que fuimos a la lucha libre, no. Tenemos pleitos, gritos, agarradas, nos paramos la cara y nos dejamos de hablar por treinta minutos, pero el amor y el apoyo nunca faltan.


Cuando la pandemia llegó en el 2020 y entramos a la cuarentena, fue la primera vez en mucho tiempo que los 5 compartíamos juntos tanto tiempo. Era todo el día. Desde que nos levantábamos hasta que nos acostábamos, nuestra vida giraba entorno al otro. La convivencia no fue fácil, pero no fue imposible. Habían sus pleitos y sus roces, pero al final todos salimos vivos y extrañando ese tiempo juntos.


No sé si fueron los meses de encierro, pero me acostumbré a tener a mi familia cerca. Me acostumbré a que desayunábamos, almorzábamos y cenábamos juntos. Me acostumbré a esa cercanía que siempre había existido y aún existe, pero de manera presencial. Ahora con tantos cambios me di cuenta de lo necesario que fue para mi el haber estado “anudados” los cinco meses durante la cuarentena.


La familia tiene un papel fundamental en el desarrollo de las personas en las que nos convertimos. Es en ella donde nos aprendemos a desarrollar como individuos funcionales que se integran a la sociedad. Es a través de la interacción con nuestros padres y hermanos que formamos nuestro carácter y aprendemos valores. Aprendemos a compartir todo y a darlo todo en ese círculo. La familia es nuestra primera escuela. Es nuestro refugio.



Las relaciones familiares son lejos de perfectas. Puede que nuestros lazos de familia se estiren e incluso marchiten con el tiempo, pero el amor nunca desaparecerá. Sin importar las circunstancias adversas o cambios que podamos tener dentro de la misma, la familia siempre permanecerá. La familia es lo que nos sostiene siempre.


El amor a nuestra familia es algo que nos complementa. Nos llena de luz y amor. Nos salva en nuestros momentos más duros y complejos. Aun sin estar cerca nuestra familia, todo lo que hemos vivido con ellos nos ayudará a salir adelante. Se los digo por experiencia.


Aunque mi familia no esté tan junta como estuvimos en la cuarentena, no saben cuánto valoro y atesoro los momentos que vivimos. Ahora cuando nos vemos aprecio cada segundo de ese tiempo que disfrutamos. He aprendido que amar a mi familia es la mejor manera de manera de hacerme feliz y por ende, así llevo amor al mundo. ¡Amemos a los nuestros!


¡Feliz Viernes!😊





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