En un abrir y cerrar de ojos
- Nicole Vaquero

- 18 ago
- 2 Min. de lectura
He pensado mucho en cómo escribir hoy. Lo he intentado muchísimas veces. No tenés idea de todo lo que mi corazón y mi cabeza cargan en este momento. Lo escribí en mis libretas de Viernes de Nicole, lo repasé una y otra vez en mi mente, esperando este día para poner en palabras lo que siento.
Quiero escribirle con todo el corazón a mi Julián, y también a vos que me leés. Porque este es, sin duda, el amor más grande que he sentido. El reto es que por más que trato, nunca encuentro palabras suficientes. Tengo tantas ideas y sentimientos que no sé cómo va a salir este escrito.
Hace tres años, una tarde cualquiera, tomé un vuelo que cambió mi vida para siempre. Dejé el confort de la casa de mis papás para comenzar una vida con el amor de mi vida. No tenía certezas, ni seguridades, pero sí una convicción: quería empezar una nueva etapa.
Nadie imaginó que exactamente un año después, ese mismo día, estaríamos recibiendo a Julián. Lo que comenzó como un salto de fe se fue tejiendo hasta convertirse en lo más maravilloso del universo para mí.
Llegar a los dos años como mamá se siente distinto. Las hormonas se aquietan, el sueño empieza a regularse (aunque no en todos los casos), y sobrevivís dos años sin matar a nadie. Todo parece encontrar un nuevo equilibrio.
Mi lactancia terminó justo cuando tenía que terminar, aunque a veces me reprocho no haberla extendido más. Pero incluso con los temidos “terribles dos”, lo que más me sorprende es descubrir que mi bebé ahora es un niño con el que puedo conversar, reírme y gozar.
Aun así, es inevitable no sentir nostalgia. Ese bebé al que debía sostener en mis brazos, alimentar de mí y medirle cada onza de leche, cada día me necesita un poquito menos. Me despierto y lo veo crecer, veo cómo nuestras rutinas tranquilas se transformaron en días llenos de movimiento, carcajadas y ocurrencias.
Y aunque sé que el tiempo avanza, jamás olvidaré aquel viernes, a las 11:16 de la mañana, cuando escuché por primera vez su llanto.
La vida se pasa en un abrir y cerrar de ojos. Las noches que parecen eternas, terminan. Los cambios que dan miedo, al final te transforman. Y un día, cuando ves a esa personita que sigue cada uno de tus pasos, escucha cada palabra y absorbe cada gesto, entendés que todo —absolutamente todo— ha valido la vida.
Estos dos años me han transformado. Me dieron una perspectiva que jamás imaginé. Dios me regaló mucho más de lo que yo misma pedí. Y aunque los cambios drásticos nunca son fáciles, hoy sé que crecer, aún desde lo incómodo, siempre trae lo mejor.
Gracias, Julián, por cambiarme, por sacudirme y por transformarme.
Te amo, mi bebé.
Feliz vida 🥰





Comentarios