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La Despedida


Hoy escribo por última vez desde mi cerro, desde mi oficina, desde el lugar que ha sido mi hogar por los últimos 9 años: el Ministerio Público. No saben cuánto deseé y soñé con este día. Durante estos 9 años, la verdad, he tenido una relación tóxica con el MP: esas ganas de irme, pero también no encontrándome con el valor de dejar algo que conozco y que, al final del día, resulta que lo quiero más de lo que me imaginé. Siempre pensé que lo que extrañaría al irme serían las personas y capaz, la rutina que llevaba, un poco.

Este escrito por primera vez, no lo he apuntado en mis libretas ni tampoco lo pensado desde antes, porque realmente este sentimiento de cerrar esta etapa de mi vida, me está costando más de lo que puedo describir.


Quiero hablarles un poquito sobre la Nicole que fui hace 9 años entrando al Ministerio Público. Cuando entré, un 11 de noviembre, venia saliendo del Juzgado de Letras de lo Civil como escribiente. En ese mismo año había regresado de mi maestría en Administración de Justicia en Costa Rica; y aunque me creía la gran cosa, no tenía ni idea lo que se significaba trabajar para el Ministerio Público. Me instruyeron a que me presentara a la Regional de San Pedro Sula. Llegando de 24 añitos, con todo el entusiasmo y queriendo cambiar la historia, así casi que creyéndome “Legalmente Rubia”, rápidamente me di cuenta que no era así no más.


Llegue a una oficina que desarrollaba todos los dictámenes y opiniones jurídicas a nivel nacional. El nombre sonaba interesantísimo e impresionante, pero la verdad es que solo era el nombre. No era un trabajo feo, pero el ambiente sangraba mi energía. Me sentí estancada a los pocos meses. La Nicole soñadora se fue convirtiendo en la Nicole que solo hacia lo necesario y que poco a poco perdía esas ganas de cambiar lo que existía. Lo peor de todo es que ese sentimiento solo fue en incremento. Aunque tenía todas las intenciones de hacerlo bien y de llegar feliz a mi trabajo, el sistema me vencía todos los días. Afortunadamente, hubo un cambio en las personas que llegaron y, milagrosamente, en la labor que desempeñaría.


Empecé a saber de administraciones de morgues, doctores, cementerios humanitarios y muertos. Sabía, de pronto, más de un cadaver que de lo que podía saber de derecho. Y no es que sea “oscura” y que tuviera fascinación por los muertos, pero trabajaba con el propósito de ayudar a solventar una problemática grande que aquejaba a mi ciudad. Aunque habían cosas buenas y donde me sentía útil, cumpliendo un propósito, la inmadurez que a veces podemos tener no juega siempre a nuestro favor. No saben en cuántos problemas me metí. Viví más con la soga al cuello de lo que les puedo explicar. Ahora entiendo que muchos de eso problemas vinieron, primero que nada, para ayudarme a crecer y darme grandes lecciones; segundo, para aprender que no puedo decir y hacer todo lo que salga de mi boca, sin canalizarlo primero; y, tercero, que quien te estima, quiere y apoya, va a estar con vos hasta el final, sin importar las consecuencias.


No ha sido un camino fácil, pero con certeza puedo decir que ha valido la pena. Cada risa, cada llanto, cada enojo y frustración, me han transformado. Cada vez que he querido salir corriendo, me ha enseñado que no hay mejor cosa que hacer todo por el camino correcto, de tener pausa y ser paciente.


Carola, Alexito y Adiel, no sé qué hubiese sido de mí estos años sin ustedes. Gracias por siempre apoyarme y cuidarme. Gracias por las risas interminables, baleadas, pollos chucos y pan de banano. Por los papelitos, los cuchumbos y las andadas en el mini. Gracias por demostrarme su cariño y amistad, aún cuando las cosas se ponían color de hormiga. Gracias por siempre alentarme a hacer las cosas bien. Gracias por ser tesoros en mi vida.


Jefe mayor. Abo, no tengo palabras para expresar mi agradecimiento. Gracias por su confianza, por permitirme desarrollarme en este medio y, francamente, por creer en esa niña inmadura de 24 años que llegó buscando un cambio. Gracias por siempre cuidarme, aunque a veces parecía que no. Gracias por siempre salvarme el pellejo, aun cuando parecía que no.


A mis doctores de forense que siempre me buscaban para todo y confiaban en mis opiniones por poco ortodoxas que fueran: voy a extrañar esos dramas de forense y el pan con café que siempre me tenían.


Las personas qué tal vez no veía todos los días por estar asignadas a otros lugares de Honduras: gracias por siempre apoyarme en lo que ocupaba. Por servir como luz cuando tenia desconocimiento de ciertas cosas. Por servir de defensores cuando yo no me daba cuenta.


A pesar de la distancia, y a punta de mensajes, pudimos desarrollar una amistad verdadera.

Alguna que otra vez, un evento marcará nuestras vidas. Podemos pensar que llegará con fanfarria y emoción. La mayoría de estos puntos de inflexión en nuestras vidas llegan sin aviso. Podemos prepararnos para ellos, pero cuando ese momento llega, la sorpresa y los sentimientos son inevitables. Superar estos momentos se llama evolución. Evolucionar es llevarse los momentos buenos, el crecimiento, los tropezones y aplicarlo a las nuevas experiencias.


La niña que llegó con ganas de cambiar el mundo hace 9 años, estoy segura que sigue viviendo en mi. Un poco más fuerte, con más lecciones, tal vez no tan madura como esperaríamos, pero tratando de hacer lo mejor siempre. Mi nuevo reto me tiene asustada, pero sé que la base del MP quedará en mi para siempre.


Los nuevos comienzos siempre dan miedo, pero las experiencias de nuestras historias previas son las que nos llevarán a tomar la fortaleza para seguir adelante. ¡Gracias totales!

Feliz Viernes 😊




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