Todos los Caminos llevan Roma
- Nicole Vaquero
- 4 oct
- 2 Min. de lectura
Hoy escribo desde la Città Eterna. Rodeada de arte, ruinas, historia y fe, celebro el cumpleaños de la mujer que me ha inspirado en todo eso y más: hoy celebro 64 años de vida de mi mamá.
A principios de año nos propusimos realizar juntas el Jubileo de la Esperanza. Hace 25 años, cuando San Juan Pablo II abrió la Puerta del Jubileo, la casualidad quiso que mi mamá y yo la atravesáramos juntas. Yo tenía apenas 11 años, y en ese entonces la santidad o la importancia de la indulgencia me parecían sinceramente irrelevantes. Lo que sí me fascinó fue la lección que me dio mi mamá en ese viaje: que quien lanzaba una moneda a la Fontana di Trevi volvería a Roma. Recuerdo claramente que esa historia me parecía mucho más interesante que el Vaticano.
Dios —y el deseo en la fuente— no me fallaron. En 2015 regresé a Roma con pleno conocimiento de lo que significaba una indulgencia. Regresé como peregrina de la Misericordia. Aunque no había Puerta Santa abierta en ese momento, mi fe y mi esperanza me mostraban el perdón y una Iglesia que se alegraba por cada persona que entraba. Y, como me lo había enseñado mi mamá, fui de nuevo a la fuente y arrojé, confiada y esperanzada, mi moneda para volver. Ese deseo lo hice hace diez años.
Hoy, una década después, con la vida cambiada y hecha, Dios me dio la oportunidad de regresar con quien me enseñó a soñar, luchar y perseverar. Recorrer Roma con mi mamá ha sido una experiencia mágica. Lejos del ruido del trabajo y la cotidianidad, dedicarnos tiempo a nosotras mismas nos ha unido más que nunca (no es que estuviéramos separadas, salvo por la distancia física). Pero poder mostrarle lo que yo aprendí en mi peregrinación pasada, vivir cada momento desde la fe, “torturarla” con las caminatas y cumplir juntas este deseo de hace 25 años ha sido un regalo.
Mientras contemplo Roma y a mi mamá, no puedo evitar compararlas con lo que leí en Comer, Rezar, Amar:
Roma —como mi mamá— ha sido adaptada, incendiada, saqueada… y a través de los siglos siempre ha encontrado la manera de levantarse. Roma nunca compite, simplemente observa el caos y se ajusta a él. No importa lo que suceda: Roma sigue siendo Roma. Nunca se rinde. Permanece ahí, viviendo, eligiendo sus pensamientos cada día y encontrando lo positivo en cada situación. Dando amor a todo el que se cruza en su camino.
La vida es así: no importa lo que pase, ni las circunstancias adversas, si tenés la suficiente fe y el valor de vivir, Dios y la vida te van trayendo lo que necesitás. El universo siempre responde.
Mi mamá ha sido mi gran maestra. Ha puesto alegría en cada momento, aun cuando la luz parecía difícil de encontrar. Su gloria y su éxito consisten en nunca darse por vencida, luchar por lo que cree, aprender de todas las personas que se cruzan en su vida y confiar plenamente en Dios.
Hoy, 25 años después, volvimos a cruzar la Puerta Santa. Y juntas lanzamos otra moneda en la Fontana di Trevi, confiadas en que volveremos, porque al final… todos los caminos llevan a Roma.
¡Feliz sábado! 😊

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